domingo, 29 de enero de 2012

Mário de Carvalho



MÁRIO DE CARVALHO

Mário de Carvalho es la encarnación perfecta de la amabilidad desde el momento en que aparece por las escaleras del hotel madrileño que será suyo esta noche. Sonríe mucho menos que su prosa, tan traviesa y juguetona, pero, como casi todos aquellos seres que lo han pasado muy mal, disfruta con todo, desciende a los detalles sin dejar de mirar el cielo, no deja de hacer preguntas a quienes quieren entrevistarlo. Titubea con el castellano pero, como un poeta, busca ser exacto en todos los idiomas.
Ha venido a España para hablar de su novela Fantasía para dos coroneles y una piscina, recién publicada por la editorial zaragozana Xordica, pero en el tercer minuto de conversación nos está contando que sus nietos quinceañeros son muy aficionados a la literatura beatnik, en el cuarto ya estamos hablando de poesía sueca (Carvalho estuvo exiliado dos meses y medio en Lund, tras otros dos meses y medio en Francia, donde lo pasó peor porque carecía de documentos) y los siguientes los reserva para preguntar por todos los platos que ofrece la carta del restaurante.
Come sorprendentemente poco, pero necesita su dosis de café negro. Antes ha querido saber si podrá conocer a Lourdes Eced (traductora de su novela), ha recorrido con preocupación la geografía mediterránea de la crisis (Grecia, Italia, España, Portugal, ¿Francia?) y ha explicado su aversión por el tomate mientras Jesús Posada, ex ministro de agricultura, devora verduras a la plancha en la mesa del fondo. Está al tanto del cambio político en España y lamenta la extraña y enorme distancia que hay entre nuestros dos países, que ni siquiera viven enfrentados sino de espaldas uno del otro. Él mismo ha venido muy pocas veces por aquí, y siempre fugazmente, y no sabe por qué. Seguro que no deja de preguntárselo hasta que encuentre una buena respuesta.

(Semblanza publicada en Artes & Letras [Heraldo de Aragón], nº 362 (22 de diciembre de 2o11), p. 9.)